El edificio tuvo diferentes usos, siendo alquilado para aduana durante un tiempo, a partir de 1800, cuando se construye el embarcadero y una rampa en Porcillán. Los amplios bajos de la casa servían de almacenes y alfolí (almacén de sal). Llegó a ser la tercera aduana en cuanto a volumen de recaudación del Reino de Galicia, por detrás de las de Coruña y Ferrol.
En la actualidad sigue habiendo en Ribadeo tráfico marítimo comercial, sobre todo de madera, pasta de papel, caolín y otros áridos. Hay un puesto de control aduanero y la oficina de la Aduana -situada al lado del Pazo de Ibáñez- es la única de la provincia de Lugo.